Durante la travesía nos cruzamos con infinidad de icebergs. Cada uno era especial a su manera, aunque a mi los que más me llamaron la atención eran aquellos cuyo hielo tenía un color azulado. Simplemente, era imposible no fijarse en ellos en un paisaje dominado por grises y blancos...
También eran interesantes los que, como éste de la foto, tenían formas curiosas, como si hubieran sido esculpidos.
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